Rafael Pla

Rafael Pla

Rafael Pla García forma parte del equipo de voluntarios que garantizan el funcionamiento de la Clínica Solidaria de Albacete. Médico estomatólogo de 59 años de edad, Pla dirige su propia clínica privada, y forma parte también de la Junta del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos albaceteño, institución que jugó un rol decisivo en la implantación de Odontología Solidaria en la ciudad.

—  Formas parte del equipo de la Clínica Solidaria del Albacete desde el principio, cuando esta era todavía un proyecto. ¿Cómo fue el proceso?

— Todo empezó cuando María Dolores Cuenca propuso al Colegio que le echara una mano con el proyecto, cuando todo se estaba empezando a fraguar. Las primeras reuniones que se tuvieron con la Fundación Odontología Solidaria fueron en la sede colegial. María Dolores fue quien empezó con esta iniciativa, pero el Colegio decidió implicarse enseguida…

— Para llegar a buen puerto, también fueron necesarias otras complicidades, ¿verdad?

— Sí. Sobretodo del Ayuntamiento y la Diputación, que nos cedió un local, primero en una ubicación, y más adelante en la actual. Las instituciones respondieron muy bien. También se tuvieron contactos con Cáritas, con la Cruz Roja y con los Servicios Sociales del Ayuntamiento, para que encauzaran la admisión de pacientes. Esta es una parte muy importante del protocolo que se sigue en Odontología Solidaria.

— ¿Cómo ha acogido la ciudad esta iniciativa?

— Muy bien. Hay un ímpetu que hace que en Albacete se conozcan los servicios que estamos prestando. De hecho, el problema que tenemos es que se nos va acumulando la lista de espera. Con la crisis, mucha gente tuvo que limitarse a los tratamientos que ofrece la Seguridad Social. Hemos visto como se les hacen las extracciones y luego se interrumpe el tratamiento porqué no hay más cobertura. Faltaba un eslabón que hemos aportado nosotros, ya que hacemos mucho trabajo en odontología conservadora y en tratamientos periodontales. También es verdad que en ocasiones hay un poco de confusión con cierta franquicia que hace gala de una “odontología social”, lo que hace que alguna gente se confunda, cuando en realidad no tiene nada que ver con lo nuestro. Nos da mucha rabia esta confusión, porque esta franquicia se ampara en lo social cuando es mentira. En realidad, se aprovechan de compañeros y hacen muy mala práctica. Pero creo que cada día la gente está sabiendo diferenciar más lo que hace esta franquicia y lo que hacemos en Odontología Solidaria.

—  Hablabas antes de la limitada cobertura odontológica que de la Seguridad Social. ¿Crees que la situación se podría revertir a corto o medio plazo?

— Yo creo que no. La Seguridad Social cada vez está más en quiebra, y es imposible que cambie la situación por mucho que los políticos quieran hacer demagogia. Supondría un coste económico que, en mi opinión, la Seguridad Social no puede asumir en este momento.

— Una vez abierta la Clínica Solidaria de Albacete, también te implicaste en la misma como voluntario…

— Claro que sí. Es algo muy gratificante. Cuantas más veces vas yendo, mejor te sientes. Yo voy con mi auxiliar. Estamos encargándonos de la prótesis. También va una hija mía otra tarde cada quince días, con su auxiliar. Todos lo que hacemos voluntariado salimos muy satisfechos: ves que puedes ayudar, te encuentras con buena gente y prestas un servicio a quien lo necesita… Yo se lo recomiendo a todos los compañeros, porque con la demanda que tenemos, si fuéramos más voluntarios podríamos ampliar el horario. Próximamente celebraremos la asamblea del Colegio y expondremos el tema, a ver si podemos captar más colaboradores.

– Personalmente, ¿qué te motiva?

— Poner mi granito de arena, colaborar para paliar un poquito la desigualdad que hay. Ofrecer lo que mejor sabes hacer a quien más lo necesita.

— ¿Es tu primera experiencia en una ONG?

— Sí. Anteriormente había colaborado en algunas iniciativas pero de una manera muy puntual, no con la continuidad de ahora. Si embargo, mis hijos dentistas sí que han estado vinculados con entidades de este tipo, trabajando en países como Birmania, Ecuador o República Dominicana.

— ¿Qué nos cuentas del trato con los pacientes que acuden a la Clínica Solidaria?

— Lo primero es intentar ponerte a su nivel. Encuentras muchos inmigrantes, y a veces también a gente que ha tenido muy mala vida. Para que los pacientes se sientan bien atendidos, yo pienso que es importante preguntarles por sus cosas, y en ocasiones te encuentras con historias muy duras. Hace un tiempo, atendí a un antiguo compañero de colegio en la escuela primaria que se había pasado 22 años en la cárcel por un tema de tráfico de drogas, y que afortunadamente ahora está rehabilitado. Son situaciones que te dan qué pensar, y que sin duda te hacen crecer como persona. Vivimos en un mundo muy alejado de estas situaciones, y aunque leemos cosas de este tipo, nunca es lo mismo que estar hablando con estas personas, con las que acabas empatizando.

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