Mayte García Reguero

Mayte García Reguero

Hay personas que, debido a su vinculación a Odontología Solidaria, conocen nuestra Fundación desde distintos prismas. Es el caso de Mayte García Reguero, que ha ocupado distintas responsabilidades en la entidad, desde el voluntariado cuando aún era estudiante, hasta la presidencia de la organización, pasando por otras etapas también significativas. Odontóloga de 38 años de edad, Mayte trabaja en su propia clínica en Madrid, y ha hablado con nosotros de su experiencia en la Fundación.

— ¿Como supiste de la entidad?

— Todavía estaba estudiando. Era estudiante de tercero de odontología, sería en el año 1999. Supe de la existencia de la Fundación por una odontóloga de una clínica a la que yo iba a hacer prácticas. Ella iba de voluntaria a la clínica de Madrid, había colaborado con Mercè Morató en un proyecto que se hizo en la India, y como sabía que yo hacía de voluntaria en Cruz Roja, me habló de Odontología Solidaria. A través de ella conocí la Fundación, porque por aquel entonces no teníamos página web ni nada.

— A partir de este momento, desarrollas una intensa actividad en Odontología Solidaria…

— Empecé a colaborar en la clínica de Madrid, primero como auxiliar porque todavía era estudiante. Cuando acabé la carrera me quedé como voluntaria. Luego estuve trabajando para OS en un proyecto que teníamos con la Comunidad de Madrid. Hacíamos un programa de rehabilitación de drogodependientes en colaboración con la Agencia Antidroga. Odontología Solidaria ganó el concurso público de este programa, y yo me quedé como odontóloga con otra doctora. Hablamos del año 2001. Estuve unos cuantos años trabajando en este proyecto. Más tarde me invitaron a formar parte del Patronato. Entré como vocal, y ya en 2004 colaboré en el proyecto que teníamos en Angola. Fui con Fede Gerona, y unos años después también estuve en Sierra Leona. En paralelo, mientras José Manuel Díaz era presidente de Odontología Solidaria, yo fui vicepresidenta. Y al dejar él el cargo en 2010, la presidencia recayó en mi. Estuve dos mandatos.

— El voluntariado te interesó desde muy joven. ¿Por qué razón?

— Realmente, más que interesarme, para mi es una obligación moral. Para mi, ayudar a la gente en  la medida que uno puede es importante, ha sido y sigue siendo una parte muy importante de mi vida. Las cosas hay que mejorarlas. Está muy bien quejarse, pero además de quejarse hay que implicarse y actuar. Siempre lo he pensado. Antes de conocer Odontología Solidaria ya hacía de voluntaria en otros sitios porque, para mi, es algo vital. Siempre he querido aportar, quizá por un cierto afán de justicia social, y en el caso de la odontología, para reivindicar el derecho a la salud bucodental.

— ¿Qué fue lo mejor y lo peor de ser presidenta de Odontología Solidaria?

— Lo mejor, el bagaje personal y lo que aprendí de mis compañeros. La gente me enseñó muchas cosas. Como voluntario, uno siempre está muy satisfecho y muy lleno por el agradecimiento de las personas a las que ayuda. Como presidenta fue una etapa para mi dura, porque yo soy de estar a pie de trinchera y hacer lo que me gusta. Pero hay otras labores que también son necesarias y que quizá son menos gratificantes, más orientadas a la gestión y otras cuestiones que a lo mejor no son una manera de ayudar al prójimo tan bonita ni tan directa. Aprendí mucho de las personas que estaban conmigo en el Patronato, hubo un enriquecimiento personal al tener contacto con gente tan diferente, con pensamiento a veces distinto al mío, pero interesante de todos modos. Aprendí a ver Odontología Solidaria con otros ojos, y a valorar el trabajo que también hace la gente que no está con la mano en el diente, como digo yo, pero que aporta cosas muy importantes. A veces fue duro porque pasamos una época con muchas dificultades económicas, y porque estaba en peligro la sostenibilidad de la entidad. Afortunadamente, gracias al trabajo de todos y a esos malos ratos, hoy estamos donde estamos, y seguimos creciendo.

— Antes nos hablabas de los proyectos en Angola y Sierra Leona en los que trabajaste. ¿Qué recuerdo tienes de estas experiencias en África?

— Creo que es de lo mejor que he hecho en Odontología Solidaria. Conocía bien la situación aquí, pero siempre había querido colaborar en el exterior. Es una de las experiencias más gratificantes que he tenido, porque te abre los ojos a una realidad que hasta entonces solo ves en el Telediario, pero no la hueles, no la tocas, no la palpas. Cuando estás allí ves directamente situaciones que a veces son muy difíciles, ves a la gente pasar hambre y morir de hambre. Fue positivo porque me enseñó lo que es importante en la vida, por qué cosas hay que preocuparse y por qué cosas no hay que preocuparse. Yo ya sabía que era una privilegiada, pero cuando fui allí lo corroboré, y me impulsó a recalibrar mi escala de valores. Cuando llegas allí, quieres ayudar mucho más de lo que puedes realmente. Nosotros, una ONG pequeñita, fuimos con unas expectativas, pero luego la realidad se impone, y ves otras cosas que hay por encima. Pero creo que eso nos hizo ser más realistas, y nos ayudó a plantearnos los proyectos desde otro nivel, mucho más práctico y efectivo, y en colaboración con gente del territorio.

— ¿Cómo ves Odontología Solidaria en este momento? ¿Qué piensas del futuro de la Fundación?

— Habiendo pasado un poco por todos los escalones, estoy muy contenta. Es como un niño pequeñito al que ves empezando a andar solo. Antes éramos pocas clínicas, y nos conocíamos todos. Ahora estamos implantados prácticamente a nivel nacional, hemos crecido, tenemos un voluntariado muy fuerte, y las perspectivas desde luego son muy buenas. Siempre habrá cosas que mejorar, pero como yo he vivido los momentos difíciles, me hace muy feliz ver el punto en el que estamos.

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