Carmen Durán

Carmen Durán

Hoy hablamos con Carmen Durán, médico odontólogo de 59 años de Málaga. Carmen empezó a trabajar con Odontología Solidaria a mediados de los años noventa, y durante las últimas dos décadas ha realizado una intensa labor en diversos países. En su día también impulsó el proyecto de establecer una clínica solidaria en su ciudad, iniciativa que desafortunadamente no prosperó. Actualmente, colabora con la clínica de Odontología Solidaria en la localidad de Fuengirola.

– ¿Cuando empieza tu relación con Odontología Solidaria?

– A mediados de los noventa, cuando participé en un proyecto de la entidad en Guinea Ecuatorial. Posteriormente, he trabajado en proyectos en Sierra Leona, varias veces en India, Perú y México, siempre como miembro de Odontología Solidaria. Después de mi primera experiencia en Guinea, montamos un grupo con odontólogos, enfermeras, educadores, obteniendo por nuestra cuenta la financiación y el material, en lo que contamos con la ayuda de entidades como el Colegio de Odontólogos de Málaga. Estuvimos casi veinte años con estos proyectos.

– ¿Qué te motiva para implicarte en una causa solidaria como la nuestra?

– Mira, yo hago esto porque me gusta, lógicamente, pero fundamentalmente porque entiendo que ser solidaria es mi obligación. En este mundo hay unos que tienen más suerte, como nosotros los occidentales, y otros que tienen menos. Yo me siento una persona privilegiada. He tenido mucha suerte, porque tengo de todo: tengo una buena familia, tengo trabajo, tengo dinero… y yo creo que mi obligación es ceder parte de esta suerte a las personas que no han tenido tanta como yo. Pienso que en este mundo hay que compartir. Por eso te digo que si lo que hago no fuera gratificante, creo que también lo haría. Pienso que entre todos tenemos que colaborar a construir un mundo mejor, sin tantas diferencias sociales.

– Hace unos años, se intentó abrir una clínica solidaria en Málaga pero no se consiguió. ¿Por qué?

– Teníamos hasta un local cedido, pero al no encontrar la financiación suficiente para acondicionarlo, lo perdimos. Creo que necesitábamos cinco millones de las antiguas pesetas, pero no conseguimos reunir esa cantidad. Llamamos a muchas puertas, pero solo el Colegio de Odontólogos respondió. No así los bancos, las cajas de ahorros, o la Mútua de Andalucía. El Ayuntamiento de Málaga tampoco quiso subvencionarnos, tal vez porque en aquella época quien ostentaba el poder daba prioridad para las subvenciones a organizaciones de corte religioso, o al menos esa era la predisposición que yo noté…

– Años más tarde, acompañarías el proceso que recientemente ha desembocado en la apertura de la Clínica Solidaria de Fuengirola

– No tanto. Cuando me han necesitado han contado conmigo, pero yo solo me limité a hacer algunas gestiones ante el Colegio, donde tengo buenos amigos. Decir más sería injusto. Se desbloquearon algunas cosas, pero eso no tiene mucho mérito comparado con lo que han hecho Ana Campi y otras personas.

– En todo caso, ¿cómo ves a la gente joven que tenemos ahora mismo en la Fundación?

– ¡Me encanta! Veo a gente comprometida, que se preocupa por los demás. Es cierto que en nuestra sociedad hay muchos jóvenes que ‘pasan’, pero también lo es que contamos con una juventud activa que es solidaria, trabajadora, leal. Esto me hace ser optimista, lo que buena falta nos hace ahora mismo en España, con tanta gente que no tiene trabajo o casa. Es muy necesario que nos impliquemos, que la gente esté a pie de calle, ayudando como vecino y como amigo a quienes lo pasan mal. Yo siempre he inculcado estos valores a mis niños, y ahora mi hija está como voluntaria en la clínica de Fuengirola, de lo que estoy muy orgullosa.

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