Sandra Rabuñal

Sandra Rabuñal

Hoy entrevistamos a Sandra Rabuñal, compañera de la Clínica Solidaria de A Coruña. Sandra, higienista y protésico dental de 37 años residente en Arteixo, supo de Odontología Solidaria cuando el proyecto de abrir una clínica en la ciudad gallega todavía estaba en fase embrionaria. Se implicó desde el principio en la iniciativa, y en este momento es la Delegada Social de clínica. En esta conversación, nos explica las razones por las que realiza trabajo voluntario en el seno de la Fundación.

— Estás en la clínica de A Coruña desde el principio. He hecho, te vinculaste al proyecto antes de que abriera…

— Sí. Yo conocí a Ana Otero en una charla en el Colegio de Higienistas en la que ella fue a presentar el proyecto. De eso hace ya casi cinco años. A mi siempre me interesó muchísimo lo de la cooperación y actividades similares. He estado en algunos proyectos de cooperación internacional en Marruecos y un par de veces más en Senegal con una ONG que se llamaba Solidariamente, que colaboraba con la Fundación Vitaldent. El proyecto de Odontología Solidaria es diferente, claro, pero me interesó enseguida, porque la verdad es que, a mi, mi profesión me gusta un montón…

– La clínica tardó mucho tiempo en abrir puertas…

— Casi cuatro años, sí. En todo ese tiempo siempre mantuvimos contacto, y estábamos deseando que por fin se abriera. Fue un proceso con muchas trabas, sobretodo políticamente hablando. Hubo un momento en que estuve menos en contacto con la gente porque estaba preparando unas oposiciones y muy volcada en mi trabajo, pero desde el principio contaron conmigo, hasta que por fin la clínica pudo abrir.

— La experiencia hasta la fecha, ¿es positiva?

— Muy buena. Hay muchísimo compañerismo. Cuando haces algo en lo que todo el mundo comparte una misma inquietud, las cosas van funcionando mejor. A todos nos gusta nuestra profesión, y la inquietud que tenemos es hacerlo a cambio de nada para ayudar a la gente que no puede costearse los tratamientos. Siempre hay que pensar que, el día de mañana, a lo mejor la vida da una vuelta y podemos estar en esa situación complicada nosotros mismos… Somos 46 voluntarios, y entre todos trabajamos lo mejor posible. La experiencia es positiva, sí.

— ¿Qué nos cuentas del trato con los pacientes?

— El perfil de paciente que viene a nuestra clínica es el de personas en situación marginal, y muchos son extranjeros. Yo lo que peor llevo es el idioma: no hablo francés ni árabe, sólo algo de inglés, pero con buena voluntad te vas entendiendo con ellos, tratas de tranquilizarles y explicarles que no les vamos a hacer daño, que estamos ahí para ayudarlos. Les hacemos ver que no es una clínica convencional, donde a lo mejor les riñen si no siguen bien las técnicas de cepillado; que nosotros estamos ahí para intentar solucionar su problema lo mejor posible, y que sepan que pueden contar con nosotros para ayudarlos. Y claro, lo notas en la reacción de los pacientes. La gente es muy agradecida, nos traen cosas… Ves la alegría de la gente, sobretodo los jóvenes, cuando se van de la clínica con dientes.

— Eres la Delegada Social de la clínica. Eso comporta todavía más implicación…

— Desde abril del año pasado, sí. Esta responsabilidad me implica, es cierto, pero Ana me ayuda un montón. Nuestra labor básicamente es mediar entre los voluntarios y tenerlo todo un poco organizado para que el trabajo salga bien, porque en un sitio por el que pasa tanta gente, hay que estar pendiente de que no se acabe el material y otras cuestiones.

— Finalmente, ¿qué le dirías a un profesional de la odontología para que se hiciera voluntario de Odontología Solidaria? ¿Qué motivos le darías?

—  Como te comentaba antes, le haría la reflexión de que a lo mejor el día de mañana cualquiera de nosotros puede estar ahí. Y también le diría que no vamos a cambiar el mundo, pero si nadie hace nada tampoco avanzaremos. A mi me gusta mucho una frase de la madre Teresa de Calcuta, que en una ocasión dijo que puede que a veces sintamos que lo que hacemos es sólo una gota en el mar, pero el mar sería mucho menos si le faltara una gota. Eso es lo que yo le diría.

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