Marisa Fernández

Marisa Fernández

Marisa Fernández es una de las dos Delegadas Sociales de la clínica de Odontología Solidaria en Madrid. Odontóloga de 32 años, trabaja en dos clínicas privadas de la capital, y saca horas de su vida personal para el voluntariado. Se implicó en la Fundación al poco de acabar sus estudios en la Universidad Alfonso X el Sabio de la capital, aunque ya tenía experiencia previa en el voluntariado desde muy joven, como nos cuenta en esa entrevista.

– Llegaste a la Fundación gracias a internet, ¿verdad?

– Así es. En mi Universidad no sabíamos mucho de Odontología Solidaria, esa es la verdad. Al acabar la carrera, no me salía trabajo, y pensé que al menos podría ayudar a los demás de alguna manera. Así que me puse a buscar por internet alguna ONG relacionada con la materia, y al final contacté con Odontología Solidaria. Años antes ya había colaborado con otras entidades. Siendo adolescente, con la Asociación Española Contra el Cáncer, y cuando fui un poquito más mayor con la Cruz Roja.

– ¿Qué te motivó, siendo todavía adolescente, a implicarte en una entidad de este tipo?

– Eso es como una necesidad de ayudar. Si todos nos quedamos cómodos en nuestro pequeño mundo, sin intentar ayudar a alguien más, tampoco podremos ver más allá… A la Asociación Española Contra el Cáncer empecé a ir con doce o trece años, participando en talleres y, algunos días, compartiendo juegos con niños que estaban en tratamiento. Mi madre me inculcó desde pequeña que hay que intentar ayudar a los demás, y a mi siempre me ha gustado y he seguido haciéndolo todo lo que he podido. Mientras mi situación me lo permita, seguiré con ello. Yo creo que hay que intentar cambiar la realidad, al menos la que tienes más cerca, porque si no te implicas, al final todo queda igual. Si permaneces en tu zona de confort, no cambia nada.

– En Odontología Solidaria se atiende a usuarios que, en algunos casos, pasan por situaciones personales muy complicadas. ¿Cómo es el trato con ellos?

– Sí, la gente que llega a la clínica lo hace a través de los trabajadores sociales. Son personas que no se pueden permitir un tratamiento odontológico por su alto coste. A veces acarrean otros problemas como la depresión, y en en ocasiones también tratamos a personas que, anteriormente, habían tenido problemas de drogodependencia. Pero en el momento en el que una persona acude a nosotros, ya intenta cambiar algo en su vida, la intenta mejorar al menos. Los que han tenido problemas con las drogas, deben llevar ya un tiempo fuera de ellas, querer mejorar… Mi experiencia con los pacientes es que son muy agradecidos. Es verdad que algunos llegan muy nerviosos, porque han estado esperando mucho tiempo, ya que según las épocas la lista de espera puede ser más o menos larga. Nerviosos pero también ilusionados, porque al fin van a tener un tratamiento al que, de otro modo, no podrían acceder.

– Tratamiento que, en un mundo ideal, debería cubrir la Seguridad Social, ¿no crees?

— Por supuesto. Estaría bien que la odontología llegara a la sanidad pública, aunque es muy complicado, ya que los costes son bastante altos. Pero sí, lo ideal sería que todos los problemas sanitarios estuviesen cubiertos por la Seguridad Social.

– Para acabar, háblanos de tu experiencia de trabajo junto al resto de voluntarios de la clínica.

– El ambiente es excelente, y no sólo entre los voluntarios, ya que las dos trabajadoras que hay siempre intentan ayudar en todo lo que pueden, facilitarte las cosas. Entre los voluntarios, yo veo mucho compañerismo. Igual que yo he tenido dudas y algún compañero me las ha aclarado, intento hacer lo mismo con los que están empezando y les doy mi opinión para ayudar. De esta monera, por un lado crece la profesión, y por el otro siempre se da al paciente el mejor tratamiento del que podemos disponer. En el trato con el equipo odontológico, veo que entre todos vamos a mejor, porque siempre estás curiosenando, comentando los casos con los compañeros, y eso te ayuda a crecer un poco profesionalmente.

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