Zulma Beatriz Rodríguez Predrouzo es voluntaria de la Clínica Solidaria de Madrid desde el año 2011. Nacida en Buenos Aires, empezó a ejercer la odontología en la capital argentina, hasta que como tantos de sus compatriotas tuvo que emigrar a causa del tristemente célebre corralito. Establecida en España desde 2002, Zulma trabaja en una clínica privada de Madrid, actividad que compagina con el voluntariado en la Fundación.
–– ¿Por qué te uniste a Odontología Solidaria?
— Por varias cosas. Yo siempre hice mucha actividad en la profesión aparte de estar atendiendo en la consulta. Hice docencia, y siempre trabajé a favor de la salud de los demás, sin importarme si era gratis o no. En Argentina, yo he atendido en hospitales sin que me pagaran nunca nada, y en la Facultad también tratábamos a personas que no podían pagar privadamente los tratamientos. Me encontré con gente muy humilde que iban allí muy acomplejaditos, y yo les explicaba que debían exigir y decir lo que les pasaba. Cuando llegué a España y me puse a trabajar, yo buscaba hacer actividades de este tipo, y leyendo una revista profesional vi que en Madrid existía Odontología Solidaria.
— Son ya muchos años los que llevas colaborando en la clínica madrileña. ¿Qué tal la experiencia?
— Muy buena. Hay algo que yo no había experimentado con anterioridad: el estar atendiendo en simultáneo a gente de muy distintas etnias, culturas y estilo de vida. Hay gente que viene de todos lados. Eso me sorprendió. Trabajar en la clínica de Madrid me da la posibilidad de conversar con estos pacientes, explicarles el por qué de las dolencias que tienen, hablarles de la importancia de un correcto cepillado… O sea, que también hago prevención, una prevención adaptada a la persona que tengo en frente. Tengo la posibilidad de dar a conocer a la gente que es importante incorporar la salud a sus hábitos vitales. Tengo la filosofía de que el que aprende esto se convierte en un agente de salud, porque transmite estos hábitos a su entorno.
— ¿Qué nos cuentas del ambiente de trabajo en la clínica?
— Tenemos todos los recursos materiales y, por supuesto, humanos. Estoy encantadísima con las compañeras del equipo técnico. A mi me resulta un ambiente lindísimo, porque OS comparte la filosofía que te expuse antes. También hay mucha gente recién licenciada, con diferentes niveles de conocimientos pero siempre con buena actitud, lo que de alguna manera es como estar viviendo en una especie de cátedra. Es una muy buena experiencia a nivel odontológico pero también a nivel humano. Otra cosa que quiero destacar es que se siguen las normas de bioseguridad a rajatabla: estoy muy contenta con este aspecto.
— Com has dicho anteriormente, tu acción solidaria en el mundo de la odontología viene de lejos. ¿De dónde surge esta motivación?
— Yo fui siempre así, Cuando era muy niña me preguntaban qué quería hacer de mayor y yo decía que quería ser maestra para tratar bien a los niños… quería hacer algo útil para los demás. No tengo ninguna idea política ni nada, es un sentimiento, o un estilo de vida. Es una empatía profunda, querer al prójimo.
— ¿Ayudar al prójimo resulta reconfortante?
— Yo pienso que sí. No todo el mundo tiene la oportunidad de tener una carrera que está dedicada al otro. Nosotros, si no tenemos pacientes, no somos dentistas ni médicos. Si un paciente me necesita y yo puedo ayudarlo, se establece una comunicación. Y esa es la satisfacción, la recompensa de todo el esfuerzo económico e intelectual que comporta hacer la carrera y mantenerse actualizado. Yo veo que la mayoría de la gente está contenta: conversa, vuelve sonriente, se le van los miedos…
— ¿Tienes la sensación de que, más allá de solucionar un problema concreto, contribuyes a la felicidad de los pacientes?
— Posiblemente sí, porque ellos nos hacen también felices. A veces veo chicas jovencitas que no pueden ni sonreír de la cantidad de caries que tienen, y cuando luego ves que recuperan la sonrisa, y te cuentan que están buscando trabajo, la verdad es que sientes una alegría bárbara.