Javier García Asensio

Javier García Asensio

Despedimos el mes de septiembre entrevistando a nuestro compañero Javier García Asensio, odontólogo de 38 años de edad que forma parte del equipo de voluntarios de la Clínica Solidaria de Fuengirola. Javier, que tiene su propia clínica dental en la población malagueña de Ronda, nos habla en esta conversación de las motivaciones y valores implícitos en su acción solidaria.

— Fuiste de los primeros voluntarios de la Clínica Solidaria de Fuengirola. ¿Cómo has visto la evolución de la clínica desde que empezó a atender pacientes hasta la fecha?

— Al principio había muchas reticencias por parte de la gente. Como ha habido tantos timos, tantos engaños, a mucha gente no le quedaba claro si esto era una forma de captar pacientes o realmente era algo con un fin social. Pero a medida que han ido viendo lo que estamos haciendo, la situación ha cambiado. Cada vez hay más gente, y cada vez la gente se va más contenta. A nivel de clínica estamos muy bien. Pero yo veo que le falta un poco que haya más voluntarios que se impliquen. La clínica tiene un potencial estupendo, tiene buenos equipos, está en un sitio ideal, y creo que todavía no se aprovecha este potencial todo lo que se podría. Lo importante es que durante este tiempo la clínica se ha ido ganando la confianza de la gente. Tenemos incluso pacientes que vienen de Jaén, que está a hora y media de Fuengirola.

— Dices que debería haber más voluntarios. ¿Cómo convencerías a un colega odontólogo para que se implicara en el proyecto?

— Yo creo que el sentido final de nuestra profesión es muy bueno, ya que consiste en ayudar a la gente. Implicarse en Odontología Solidaria es una forma de poder cumplir con la vocación de nuestra profesión, añadiéndole el hecho de no hacerlo por dinero.

— ¿Y qué te motivó a ti para entrar como voluntario en la clínica? ¿Conocías ya la existencia de Odontología Solidaria?

— Sí, sabía que existía Odontología Solidaria desde hacía años, pero la situaba sobretodo en Madrid y Barcelona, no sabía que se estaban abriendo clínicas en otros sitios. Recibí una carta del Colegio de Odontólogos informando del proyecto de Fuengirola, y la verdad es que al principio no le di más importancia… fue mi mujer la que me animó para que me informara más y me implicara. Nosotros somos cristianos, y pensamos que por encima de todo hay que ayudar a los demás. Y si hay la oportunidad de ayudar a la gente, y encima en el ámbito de nuestra profesión, es ideal. La cuadratura del círculo, vamos…

— Así pues, en tu caso ser solidario es un deber…

— Sí. Creo que cada uno tiene el deber de ayudar a los demás en lo que sepa hacer o en lo que esté preparado para hacer. Además, yo pienso que ser solidario da felicidad. Cuando tú eres capaz de ayudar a los demás, a parte de que los demás se benefician, tú mismo te beneficias porque te sientes mejor, porque eres más feliz. Pero también hay una cuestión de justicia social. ¿Cómo no nos vamos a ayudar entre nosotros? Si al lado tengo una persona con una necesidad y se la puedo resolver y tengo los medios para hacerlo gracias a una ONG como Odontología Solidaria, ¿cómo no lo voy a hacer?

— A nuestras clínicas solidarias acuden pacientes que, en ocasiones, tienen una biografía personal muy dura. ¿Qué te aporta el trato con los pacientes?

— Sobretodo perspectiva. Cuando empiezas a hablar con ellos y te cuentan la situación en la que están, te das cuenta de que eres un privilegiado. Piensas que tu sigues teniendo problemas, porque todos los tenemos, pero en comparación con los de estas personas son muy leves. Eso te lleva a pensar que tienes que estar agradecido y tienes que estar contento.

— Como reflejábamos en nuestro último boletín, este verano has colaborado con la ONG Escuela de Solidaridad de Granada. ¿Has hecho más colaboraciones con otras entidades a nivel odontológico?

— Hace unos años estuve en Perú, en la parte amazónica del país. A través de un misionero que conocía, estuve allí un mes. Había montado un equipo dental en el consultorio médico. Nos movíamos por poblaciones que en unos casos solo tenían electricidad unas pocas horas, y en otras simplemente no tenían. Así que durante el día hacíamos extracciones, y cuando daban la luz aprovechábamos para hacer empastes. Había que aprovechar cada minuto. Fue una experiencia muy interesante, y me han quedado ganas de repetir en algún otro proyecto internacional.

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